Publicación mensual de 130 páginas. La liturgia del mes, los Evangelios comentados, artículos de reflexión y más…
ENERO:
EN LA BÚSQUEDA DE DIOS
Los caminos del alma humana, que conducen hacia Dios, hacen ciertamente, que volvamos a encontrar en nosotros un tesoro interior. Así también lo fue para los tres Reyes Magos, que al llegar a Belén abrieron sus cofres y le ofrecieron al Niño dones, oro, incienso y mirra. Los Magos nos sirven de ejemplo para nuestra búsqueda de Dios: en efecto, ellos percibieron Su silenciosa presencia en los signos de la creación.
Para hallar la Verdad, que sólo habían entrevisto, emprendieron un viaje lleno de incógnitas y de riesgos; su itinerario los llevó a aquel descubrimiento y en un acto de profunda adoración hacia el Niño Jesús, que estaba junto a su Madre, le ofrecieron sus tesoros, recibiendo
en cambio el don inestimable de la fe y del gozo cristianos. Tomemos la exhortación de San Basilio el Grande: Con sólo ver la Estrella, los Magos experimentaron una inmensa alegría. Acojamos también nosotros en nuestro corazón esa gran alegría… Adoremos al Niño junto con los Magos… Dios, el Señor, es nuestra luz: no en la forma de Dios, para no aterrar nuestra debilidad, sino en la forma de siervo, para llevar la libertad a quien yacía en la esclavitud.
Editorial
FEBRERO:
LA PROVIDENCIA DE DIOS
Los caminos de Dios a veces parecen desconcertantes. Como dice el apóstol Pablo, son inescrutables (Rom 11:33). Por eso, como cristianos, debemos confiar en la providencia de Dios, recordar que Él orquesta todas las cosas para nuestro bien. Recurrimos a la providencia cuando los caminos de Dios son «indescifrables» (11:33, NVI).
Cuando se produce una tragedia, cuando la alegría nos sorprende, cuando el dolor nos abruma, cuando la oportunidad llama a la puerta.
Cuando las circunstancias nos llevan al límite y no tenemos respuestas, en lo profundo de nuestro corazón, como cristianos, sabemos y confiamos en que la solución se encuentra en la Divina providencia de Dios. Nada queda fuera del ámbito de Su reinado. Él dirige todas las cosas, las conoce y las ordena para el bien de los que están en Cristo y para la gloria de su Nombre. Confiando plenamente en Su misericordia, presentémonos ante Dios y digamos con el apóstol Pablo: «Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria por siempre. Amén». (Rom 11:36)
Editorial